martes, 2 de septiembre de 2014

RODRIGO R. PIMENTEL EL GRAN COLORISTA DE MÉXICO

Ciudad de México a 19 de Mayo de 2010


RODRIGO R. PIMENTEL

Rodrigo Ramírez Pimentel nació en Zinapáro Michoacán un 4 de Junio 1945, lugar del cual salió con rumbo a la capital de la república para estudiar pintura en la antigua Academia de San Carlos donde se gradúo con honores dos veces. Desde pequeño Rodrigo demostró la vena artística que corría por su ser destacando entre sus compañeritos en pruebas de dibujo, teatro y canto.

Su pueblo fue el caldo de cultivo para hacer de él un artista de gran talla, admiraba desde entonces las obras de los grandes pintores de la historia del arte que hasta Zinaparo llegaban únicamente en el reverso de las cajetillas de cerillos que él coleccionaba apasionadamente en un pequeño álbum. De entre esas imágenes sobresale la del cuadro la fragua de Vulcano de Diego Velázquez que será clave para entender su decisión de hacerse pintor y posteriormente  para ayudarnos a comprender su trabajo.

Pimentel es sin lugar a dudas el gran colorista de México, pues hace del color el mejor protagonista de su pintura. Su obra se ha comparado a menudo con la del Dr. Atl, o con la alta escuela de maestros como Cezanne y Degas, por recibir en algunos puntos convergencias a eso niveles, pues su pintura también recrea una la gama infinita de colores, que en la paleta de Pimentel se vuelve personalísima y netamente mexicanista.

Ya en terrenos más patrios Pimentel es un diablito de esos de cartón tan típicos de nuestra cultura, de esos llamados Judas. Y hablando de Judas voy a rememorar la historia que un día me contó; dice que el día su graduación como artista pintor su maestro Manuel Herrera Cartalla le pidió un abrazo y un beso a lo que Pimentel inocentemente respondió agradecido, abrazándole y dándole un beso en la mejilla a su mentor, mientras que éste le dijo al oído –“ahora sí espero me hayas dado el beso de Judas”-   Pimentel más tarde comprendió el bello mensaje que se ocultaba tras esas palabras… Pero volviendo les decía que Pimentel es un diablito pues su arte es apenas equiparable con el colorido, estridencia y brillantes de una de estas artesanías en explosión.

Su obra es monumental como la magnificencia de su personalidad contenida en su cuerpo no tan alto. Bien dicen que las cosas buenas vienen en frascos pequeños. Pimentel es dicharachero y observador, demasiado diría yo, lo que le vale para que algunos digan que es brujo o chamán pues cuando ve algo bueno le echa el "ojo".

Por ello entre los alumnos de Pimentel hay varios artistas muy destacados como los afamados pintores Jorge Luna y Antonio Muñiz quienes ya ha entendiendo los sabios consejos del maestro y los ponen en práctica en su trabajo con resultados sorprendentes, yo todavía no entiendo nada, como “eso de la escala de grises” y soy el más rejego de todos sus pupilos.


Como maestro Pimentel es un ser lleno de luz y de arte, su nobleza no tiene límites al igual que su cultura e imaginación. Sus clases lo mismo son una anécdota de la vida de Chavela Vargas o los motivos más secretos que impulsaron a tal político a actuar de una manera y siempre tiene razón, pues dentro de su mundo todo y nada es posible, hasta lo más descabellado a los ojos de Pimentel parece tener cordura y una lógica simplista de la vida, nada se escapa de sus poderes, sus embrujos y encantos.

Los colores corren por sus lienzos y con el tiempo van madurando solitos. Como él dicen; -“tarde o temprano los grises y azules se van haciendo cálidos”. Lo que sucede únicamente a causa de los conjuros que hace antes de pintar –pintando-, así es Pimentel como chamán purépecha. Lo mismo dicta quien tiene talento como quien no, y su palabra tiene fuertes resonancias en muchas personas lo que nos habla de sus poderes, entre los cuales hay que destacar que tiene una cultura visual bastante bien desarrollada.

La obra del maestro Rodrigo Ramírez Pimentel es de una belleza muy mexicana propia de las fiestas de pueblo, de las danzas, las máscaras y los vestuarios del carnaval, con toques antiquísimos que rayan en lo prehispánico y en suaves matices de pintura más contemporánea como la de Jean Michel Basquiat, endulzados la vista con su buen oficio de artista, puesto que todo lo que pasa por sus manos termina por germinar en arte.

Estar en su estudio es perderse en un mundo mágico, es abrir la puerta al libre pensador, a un carnaval nacional o simple y llanamente al edén en el valle de México. Es navegar entre ríos y bosques de luz, óleo, acrílico y trementina entre hombres y mujeres desnudas de maíz, escuchando a las aves migrantes que revolotean estáticas mientras una Xiuhcóatl (deidad de las artes) canta la gloria de siglos pasados. Aquí se pueden ver y oír cosas tremendamente hermosas, sutiles, que podrían ruborizar al mismo Curicaveri. Aquí puede llorar un río de penas y de amargas lagrimas que se volvieron cuadros. ¿Pero de que se trata la pintura? “Se trata de nosotros” como dice el maestro Pimentel -“de ser coherente en nuestra obra con lo que nos tocó vivir.” Y a mí sólo me resta hacer una oración:   

Tata huchaeuri thukirehaca avándaro santo arikeue thucheueti ha cangurikua uuehtsini andarenoni thucheueti irechekua ukeue thucheueti eukua, iskire avándaro umengahuaca istu umengaue ixu echerendo. Huchaeueri curinda anganaripakua instcuhtsini iya canhtsini u ehpouachetsnsta huchaeueri hatzingakuareta iski hucha uehpouacuhantstaha ca huchaeri hatzingakuareta iski hucha uehpouacuhantstaha ca huchaeueri hatsingakuaecheni ca hastsini teruptatzemani terungutahperakua himbo. Euahpentstatstni caru casingurita himbo.      
   

Gracias por siempre maestro Pimentel.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario